Granada me vio besar tus labios

Me sorprendí gratamente devorando una novela. Es verdad que cuando me pongo y tengo tiempo, los libros se me deshacen entre los dedos a mucha velocidad. Pero hay unos que te lo ponen más fácil que otros. Y eso me pasó con Granada me vio besar tus labios, de Pablo Molinero (Granada, 1996).

Siendo muy sincero, el título es muy poco prometedor para el viaje que se puede encontrar en su interior. Lo que parece una simple novela adolescente esconde un viaje inicial en dos etapas continuadas, con dos acercamientos al amor muy frescos y naturales, juveniles, pero con mucha profundidad. El primero, ese que parece eterno; el segundo, el que cogemos con algo más de madurez y con ciertas lecciones aprendidas. Entre ambos, un abismo. El futuro, incierto, es diferente en esas dos etapas de la vida de Jorge (y de todos quienes hemos vivido algo similar).

Lo primero que me atrapa es la honestidad. Debo decir que llevo un tiempo leyendo a las nuevas generaciones de la narrativa LGTBIQ+ y una de las cosas que más me fascina es la libertad. Con todo lo que me gusta leer la naturalidad con la que abordan el amor, el deseo, el sexo, el dolor, el rechazo y la (re)construcción de la persona, todavía me llama la atención pensar que a mí, con todo lo que me gusta escribir como forma de exorcismo, me cuesta poner sobre el papel ciertos temas que considero más íntimos. Llamadme mojigato, pero fui criado en otra época y en otro entorno. A la vez, aplaudo que así sea: es necesario hablar de lo cotidiano, incluido el intercambio de fluidos, desde la perspectiva que le corresponde, que no es otra que la simpleza de algo que todos hacemos, aspiramos y sentimos.

Otra cosa que me gusta es que se hable de “guapos” (es una novela gay), pero no se describe ningún fenotipo, no se hace explícito que esa belleza juvenil responda a ciertos cánones específicos. Sinceramente, en mi mente eran todos cuerpos delgados y lampiños, quizás por el desorden mental de años viendo a los mismos pocos referentes del mundo homosexual que había en mi adolescencia. Pero creo que aquí todos nos podemos sentir identificados con esos personajes desdibujados físicamente, pero a quienes aprendemos a visualizar a través de sus sentimientos y reacciones. Si no recuerdo mal, y perdonadme el error si incurro en ello, creo que las únicas descripciones físicas claras corresponden a los secundarios, sin que ello altere para nada el resultado final.

Quizás lo que más destaco es que la orientación sexual aquí es algo que no condiciona ni altera el resultado del viaje de Jorge, el protagonista, más allá de los momentos en que se habla de las salidas del armario (esa obligación que se nos impone a las personas del colectivo por el simple hecho de dar por sentada la heterosexualidad) y que, por supuesto, marcan la trayectoria. Porque aquí el foco está en los sentimientos, en esos primeros que nos recorren el cuerpo, y no en las temáticas que se abordaban en los escritos de hace un par de décadas, llenos de dudas y zonas oscuras. Aquí se vive, se disfruta y se concibe la vida desde la libertad. Y eso es algo que las nuevas generaciones pueden empezar a agradecer, porque al final nos muestran que ligar y enamorarse es una posibilidad concreta y no una quimera inalcanzable entre la opresión y el destierro social. ¡Cómo ha cambiado la vida!

Hubiera agradecido leer esta novela con 14 o 15 años. Incluso con 18 o 21. Mi adolescencia ausente hubiese sido mucho menos solitaria si hubiera sabido que podía enamorarme y vivirlo en libertad. Y que, aunque el sufrimiento fuera un efecto secundario inevitable, seguro habría apostado todo para darme la oportunidad de saber lo que me estaba perdiendo por miedo e ignorancia. Y aplaudo a esos padres creados en la ficción que, pese a sus dudas y desconocimiento, supieron estar a la altura de las necesidades. Ojalá la realidad nos regale muchos y muchas más así.

No es la primera vez que escribo y afirmo lo que tantos otros: la literatura permite construir el mundo que nos rodea. Y libros como este hacen que ese entorno sea mucho más bonito de dibujar, lo que es de agradecer, sobre todo cuando hay quienes intentan robarnos la luz que tanto esfuerzo nos ha conseguido. Leer a Pablo me ha dado algo de tranquilidad al saber que el mundo está lleno de historias bonitas por contar y de que #TodoMejora.

Por Tomás Loyola Barberis

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