Donde acaba la pared

Hola, P.

Hace tiempo que quería escribirte. Soy yo, o tú, como prefieras llamarme, 15 años después de aquella tarde de febrero, en la que, temblando, decidiste contar a tus padres quién eras de verdad.

Estoy aquí, donde acaba la pared y comienzan mis sueños a sonreír, esos versos que escribiste poco después y que acompañarían tu carpeta durante todo el Bachillerato. ¡Lo hemos conseguido!

No ha sido fácil. Han pasado muchas cosas y sé que es en este justo momento cuando más necesitas escucharme. Puedo verte a la perfección, en el cuarto que compartes con tu hermano mayor, metido debajo del edredón esperando que pasen las horas y llegue un nuevo día. Ese hueco que, durante años, será lo más parecido que tengas a un hogar.

Sé que estás desesperado. Que no aguantas más terapias para curarte algo que sabes de sobra que no es una enfermedad, más sacerdotes, catequistas y desprecios familiares. Que estás harto de que te digan que con 15 años no tienes edad para saber lo que eres. Que te han engañado, te han manipulado y que Satanás te llevará al infierno.

Estoy tranquilo porque sé que tienes bien claro quién eres. Sé que eres fuerte y sé que tienes esperanza. Sé que piensas en mí, no solo al ver los versos de la carpeta cada mañana, también cuando no te puedes dormir, cuando tienes que estudiar un examen, cuando te llevan de nuevo a que alguien intente que renuncies a ti mismo.

Sé que harías cualquier cosa por no defraudarme y tengo que decirte que yo y todos estamos orgullosísimos de ti.

No importa que el camino sea complicado. En un año y medio te echarán de casa y amenazarán con denunciar a la madre de una de tus amigas, que aún no conoces pero te acogerá, para que te deje en la calle. De hecho, varias personas se pelearán por acogerte. Incluso ese gamberrillo de tu clase que no te cae demasiado bien. La próxima vez no me echarán, me iré yo, decidirás, y puedes estar tranquilo porque lo lograrás.

Como lograrás esa matrícula de honor que te permita no pagar la universidad. Y las becas cada año para poder hacer la carrera de tus sueños en otra ciudad.

Recuerda en estos meses en los que no te dejarán salir de casa más que para la Iglesia y para que un psicólogo trate de curarte, que vas a recuperar con creces el tiempo perdido. Vas a vivir en tres ciudades más y en cada una de ellas conocerás a gente maravillosa que siempre te acompañará.

Ahora vivo en Madrid, un destino que jamás te has planteado, y tengo que confesarte que después de un lustro aquí estoy bastante a gusto. Siempre echarás de menos tu ciudad natal, tu comunidad, pero en el fondo no vas a tener claro si quieres volver porque en realidad te gusta mucho tu vida.

También conocerás el amor, el de verdad. Dentro de un par de años conocerás a tu primer novio formal. Te salvará, pero no de la forma que has imaginado, sino enseñándote a salvarte a ti mismo. No vas a necesitar a nadie, pero tampoco nadie de la familia que elijas te va a faltar.

Cuando decidas escapar de casa, tu pareja te dirá que abrirás un camino y que serás un ejemplo para mucha gente. Tú pensarás que exagera, que solo haces lo que tienes que hacer. Déjame que te diga que tendrá razón. Contarás tu historia a todo aquel que quiera escucharla y serás esa esperanza que hoy, para ti, es solo un poema que nadie leerá. Un ejemplo real. Un referente.

Creerás que esa historia de amor es para siempre, pero no lo será. Tendrás tiempo de enamorarte más veces, de romper y que te rompan el corazón, de tener aventuras y pasar meses pensando que jamás podrías volver a amar a nadie más.

Hoy te escribo profundamente enamorado y a punto de formalizar legalmente mi unión con mi pareja. Pero no te preocupes, estarás bien también cuando estés solo, aunque lamento decirte que tu familia no te respaldará. Aprenderás a ser fuerte, a quererte a ti mismo con todos tus defectos y a rellenar tus carencias para tener una vida plena.

Tampoco el trabajo va a ser perfecto. Te costará conseguir tu primer empleo, tendrás ansiedad cuando notes que te falta un colchón donde caer y tendrás que emigrar en varias ocasiones. Tus amigos estarán ahí, tus parejas o incluso los padres de tus amigos. Haciéndote una compra, invitándote a un café o incluso comprándote ropa interior.

Eres fuerte, lo estás demostrando ahora más que nunca y esa fortaleza no te va a volver a abandonar. También conseguirás un trabajo. Y luego conseguirás un trabajo de lo tuyo. Llegará el momento en el que incluso varias empresas se peleen por ti.

Y, sobre todo, no tendrás que esconderte nunca más. Sé que odias esconderte, que no te gusta mentir, que no quieres fingir ser una persona que no eres. Por eso decidiste decir la verdad en casa, aunque todos te decían que era una mala idea, que era mejor esperar.

Por eso, también, nunca volviste atrás, aunque eso suponga que estés ahí, encerrado en casa y soñando con donde acaba la pared. Detrás de la pared hay más que ese nuevo amanecer, rojizo y sin final que veías cuando cerrabas los ojos. Detrás de la pared están todos y cada uno de tus sueños esperando a que vayas a por ellos.

No será fácil pero no te quepa la menor duda de que merecerá la pena. Te espero ahí, donde acaba la pared y comienza nuestra vida. Vamos, juntos, a comernos el mundo. Vamos a reír, a amar, a enfadarnos, a aprender, a soñar, a viajar, a llorar desconsolados, a dejar huella en los que nos rodean. Vamos a tener la vida que estás soñando hoy, escondido debajo de ese edredón, el único lugar donde te permites mostrarte vulnerable.

Las cosas mejoran donde acaba la pared. Y tú lo vas a poder ver antes de lo que imaginas. No lo olvides.

Tuyo, porque soy tú.

Be the first to comment

Leave a Reply

Tu dirección de correo no será publicada.


*