Elena – 18 años

Supongo que empezaré mi historia desde el principio. Todo empezó con el juego de «verdad o atrevimiento» un verano. Yo disfrutaba de mis 15 años sin saber que todo, tal y como lo había percibido, cambiaría.

Este juego al principio parece divertido, pero es divertido cuando todos se divierten. En una ronda yo elegí atrevimiento y me tocó besarme con una chica. Era la primera vez que lo hacía. Ya lo había hecho con chicos, pero nunca con una chica.

Desde bien pequeña salía con chicos, incluso tuve varios novios. Pero las relaciones nunca funcionaban y algo en mí que había ignorado completamente, se disparó cuando besé a aquella chica. Quise conocerla más y estar más tiempo con ella. Eso hice. Pero no me di cuenta de que realmente solo estaba jugando conmigo.

Cuando esta chica me gustaba, decidí contárselo a mi madre, la cual sin mala intención me dijo que eso eran tonterías y que era una etapa, entonces yo le pregunté que si ella también había tenido una etapa así y me lo negó.

Pasó un año un poco confuso en el que empezaba a salir más y a conocer más gente. Poco a poco mi mundo iba tomando otra forma conforme avanzaba. También tuve que hacer frente a que repetí mi curso de 4º de la ESO, y muchas veces simplemente se metían conmigo por eso (en anteriores cursos también sufrí bullying, pero supe salir de ello de una manera u otra). También discutí con mis amigos, por lo que quedé casi sola.

La gente de mi alrededor siempre supo que me gustaban las chicas. Si preguntaban, no tenía problema en decirlo, a pesar de que me creía que era una etapa.
Después de este año con tormentas, parecía que salía el sol al fin y me sentía bien con mis amigos. Pero era la calma antes de la tormenta.

Iniciando mi primer año de Bachillerato entré en una clase nueva, en la que solo conocía a mi mejor amiga. Todo fue bien y el curso no se me hizo difícil. Pero en las vacaciones de Navidad me atreví a hablar a una chica de mi clase con la excusa de unos ejercicios y empezamos a conocernos más. Para el final de las vacaciones estaba segura de que me gustaba y, un día antes de Reyes, ella me dijo todo lo que sentía por una canción y acto seguido me dijo que esto estaba mal, que no podía ser, que iba a bloquearme y a hacer como si nada hubiera pasado. Este era el primer aviso.

El día de Reyes nos vimos por la tarde y decidimos seguir con esto, que poco después lo llamamos relación, pero sí que era diferente: nadie podía enterarse de nada, no podíamos hacer nada por la calle. A ojos de los demás, lo único que teníamos era una amistad. Esta relación fue mi ruina.

Esta persona padecía un trastorno de personalidad que no se lo habían diagnosticado, pero mi psicóloga, con todo lo que le contaba, lo diagnosticó enseguida diciendo que nunca lo había visto tan claro. La relación con esta chica era un infierno, calificada por mi psicóloga como una relación de maltrato hacia mí.

Discutí miles de veces con mis amigos por ella. No me dejaba salir, dejaba la relación cuando se le antojaba, me ponía los cuernos con quien quería, desconfiaba de mí, me hacía sentir fatal… Siempre era yo la culpable de todo. Se cabreaba por todo, siempre quería mi atención y, si no la tenía, era porque la estaba engañando. Siempre era yo la mala.

¿Por qué seguía con ella? Porque pensaba que realmente me lo merecía. Pero nadie, absolutamente nadie se merece nada de eso.

Después de 1 año y 2 meses de relación, tuve el valor de dejarla, a pesar de que no me lo dejó muy fácil ya que vamos a la misma clase. El día que la dejé, volví a mi casa llorando y después del mensaje de «que sepas que me has roto el corazón», me dijo que estaba en mi casa y que quería que hablásemos. Yo, imbécil, la dejé pasar. No me respetó en ningún momento, me obligó a besarla, no se apartaba si se lo decía y se reía. Como si nada hubiera pasado. No derramó ni una sola lágrima. Días después la bloqueé de todas mis redes sociales y borré su número. Aunque seguía viéndola en clase, no iba a caer otra vez. El apoyo de mis amigos me ayudó muchísimo a superar esto.

Meses después se murió la persona a la que más amaba en este mundo, mi abuelo. Y ella se presentó en el tanatorio pensando que era un momento de debilidad en el que podía atacar. Pero seguí firme. Decidí pasar de todo y seguir mi camino para ser feliz. A día de hoy es una persona que me da asco, pero todo ha cambiado. Todo ha mejorado.

Conocí a otra chica, la cual es mi actual novia y nunca sabía qué se sentía al estar en una relación normal. Todo me parece mágico ahora y el mundo es de otro color. Siempre pienso que es gracias a mi abuelo, que me ha señalado lo que realmente merecía: ser feliz. Al fin. Y, aunque haya cosas difíciles en el camino, al final se sale. Y todo se supera con apoyo. La felicidad no es una utopía. No os conforméis con esa idea. No hay imposibles. Todo mejora. It gets better!

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